En aquel tiempo, cuenta la historia, que el pueblo estaba sometido por un régimen dictatorial, necesitaba urgentemente de alguien o algunos que le liberara. El había estado allí, había combatido al emperador, lo había atacado, lo había combatido, lo había retado. Muchos a su alrededor descubrieron que era el único con la capacidad de controlar la situación y salvar pueblo. Todos se organizaron, los grupos desplazados y marginados se le unieron, lo apoyaron, lo promovieron como la esperanza del que sucumbe. Ese líder estaba allí, era el elegido para ocupar el trono, no había espacio para que el emperador continuara haciendo daño y flagelando al que no estaba de acuerdo con el.
Todos se unen, preparan el libreto y el mecanismo para que el hombre con las cualidades lograra la entrada triunfal, su selección y posteriormente su entronización El había estudiado en escuelas y universidades privilegiadas, se había criado en la loza, venía de una familia de mucho linaje. Ese hombre que estaba decidido a lograr el control absoluto conocía de política, de diplomacia, era un gran comunicador, sabía como manejar a los medios y, tal vez, controlarlos, o mas bien, enfocarlos en el mensaje que el y, únicamente el, quería que se llevara. Era un gran conciliador, sabía escuchar. Pero hay problema, cómo lograr que los más humildes crean en el, que se coman el cuento de que está con ellos y es parte de ellos, hay que convencer al; de abajo, hay que idear un mensaje y una frase de pueblo y para el pueblo.
Se reúnen los comunicadores, hay que crear una nueva imagen; fresca y que sea “digerida” por la masa. Inicia el montaje; si es para la masa, para el corriente, para el que tiene que comerse el cuento, ser hipnotizado y condicionado, entonces conviene que al gran hombre se le convierta en un hombre de pueblo, que se identifica con el pueblo. Esa es la clave. Que mejor que penetrar con una frase pueblerina, que responda a las necesidades del trabajador, que esté dirigida a colorar un canal de comunicación en el que el atropellado sea escuchado. El pueblo tiene necesidad de hablar, de que alguien le escuche. Aquel hombre está para eso, para escuchar al indigente, al oprimido, al pobre, al que no tiene recursos, al que reclama sus derechos, al que es explotado. Definitivamente si el pueblo habla el los va a escuchar, bueno podría ser que el los va a oír, porque escuchar y oír no necesariamente son la misma cosa ni tienen el mismo significado. La frase logró su objetivo, el hombre fue respaldado, el discurso caló en la conciencia de un pueblo necesitado. El pueblo habló, ahora el hombre los escuchará y los complacerá.
Se inician las ceremonias de entronización y el gran hombre es presentado como el que ocupará el puesto de importancia. Sus compañeros de batalla lo respaldan por que es el mejor. Hay que bautizarlo. Un Cirilo se le acerca y propone que de ahora en adelante se llamará Eduardo El Grande. Su magia será la diferencia, pero el hechizo del pasado emperador lo ataca y se transfigura en Eduardo El Emperador. Su camino de retorica y diferencias apenas inicia. Ya algunos han sido aplastados por no estar de acuerdo con el. Total el sigue siendo Eduardo El Grande, al que el pueblo habló, pero no hay obligación de escuchar.